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español al alemán: Feria del libro Leipzig 2010. Discuro de Tununa Mercado. General field: Arte/Literatura Detailed field: Poesía y literatura
Texto de origen - español Feria del Libro de Leipzig. Tununa Mercado. Marzo 2010.
Sólo una voluntad reconstructiva muy estricta y al mismo tiempo sintética en su formulación podría dar cuenta de dos siglos de literatura en un país como la Argentina. El universo que se quiere abarcar para después constreñirlo en apenas unas páginas se presenta compacto y denso, resistente a una exploración unívoca que quisiera aislar la literatura para desplegarla después en una nómina de nombres y de fechas. Si se lo intentara se vería casi de inmediato la dificultad de arrancar sus raíces de la historia, que también se inscribe en nómina y en data, de desprenderla de hechos indiscutibles que son constitutivos de la nación, y de considerarla como un cuerpo separado, pasible de ser insertado en una historia literaria canónica. Y aún si se pudiera, se tendría una visión parcial, la literatura como un aditamento, concebida más como adorno que como parte de ese universo. Y lo cierto es que en ese país nuevo, que no por ello era fresco y calmo sino todo lo contrario: un cuerpo lastimado por la conquista española, que fue más invasión que conquista; convulsionado por la guerra independentista, herido por las guerras civiles que mostraban las contradicciones entre quienes querían ser los formadores de la nación, la literatura sólo podía albergarse en espíritus aislados, reductos de una sensibilidad por las letras que venía de España o de Europa.
Cuando actuaban los hombres de Mayo ya existía una herencia literaria colonial con obras del siglo XVI y XVII que se consideran inaugurales de nuestra literatura: las de los poetas, Martín del Barco Centenera, Ruy Díaz de Guzmán y Luis de Tejeda. El primero llegó al Río de la Plata en 1573 como capellán de uno de los Adelantados que andaban descubriendo mundo y buscando el oro y la plata prometidos y subió el río Paraná desde su desembocadura en el Río de la Plata hasta Asunción. El largo poema de Don Martín del Barco, extremeño de Cáceres, se llamó Argentina y se publicó en 1601, una crónica en versos complejos por su forma alambicada en los que se cuentan y describen tanto los bienes y las abundancias de la naturaleza en esos lugares, ya fueran de fauna y de flora, como los enfrentamientos de los indios con los conquistadores y aun las luchas fratricidas de uno y otro bando. Con el mismo nombre Argentina decantó una crónica extensa pormenorizada de Ruy Díaz de Guzmán, conquistador, historiador del territorio del Río de la Plata, que en 1612, año de su escritura, incluía la Argentina actual, Paraguay, Uruguay, sur del Brasil y sureste de Bolivia. Fue el primer escritor criollo nacido en la región y el primero en usar el topónimo Argentina para designarla. Su padre español y su madre, Ibotu Iyú, que era hija del cacique Mokyrasé y de Yaguacá Verá, le dieron la filiación mestiza, la cual, 400 años después se carga de misterio y leyenda. Otro de los llamados primeros fue Luis de Tejeda (1604-1680), el primer escritor cordobés, poeta, venturosamente comparado con Góngora por Ricardo Rojas, el gran historiador de la literatura argentina. Su poemario, El peregrino de Babilonia, es un canto de arrepentimiento por su vida licenciosa y disipada que su condición de religioso no logró neutralizar.
Las fechas suelen deparar sorpresas. Muchos años antes de las proezas humanas y poéticas de estos hidalgos españoles, llegó al Río de la Plata Pedro de Mendoza, el fundador, en 1536, nada menos de la ciudad de Buenos Aires donde tiene su estatua con los mismos hierros de guerrero fundador que cargaba al bajar de su nave. En la tripulación venía un “soldado lansquenete, viajero y cronista”, Ulrich Schmidl, con el acometido impensable para esas travesías turbulentas, de escribir una crónica, diario o reporte, sobre el Viaje al Río de la Plata. Si estamos celebrando en Alemania el Bicentenario de la Nación Argentina, nadie mejor que Schmidl para recibir los honores, pues nació en 1510, trescientos años antes de la Revolución de Mayo, en Straubingen, Baviera, y murió en Regensburg en 1579 o 1580.
Y fue él quien primero escribió sobre el fuerte donde se emplazó Buenos Aires, un espacio cuadrado, con una empalizada precaria de ramas y de troncos, una ranchería peor o mejor, pero ranchería al fin, que las que perduran en las fronteras de nuestras ciudades hoy en el año de 2010. Y fue también él quien dibujó la primera vista de Buenos Aires, el encierro de chozas, con un caballo, dos puercos maniatados, un cañón y varios conquistadores ensombrerados o encasquetados haciendo sus menesteres, uno de los cuales, era ahorcar, tal como se ve en una horqueta de la que penden varios cuerpos. Ulrich Schmidl recorre durante veinte años lo que llama “Paraíso de las selvas del Paraguay y del Chaco”. Su relato tiene una gran mesura, casi se diría que reprime el espanto y encuentra un estilo neutral y despojado para describir matanzas, sangrientas batallas, hambre, escenas secretas y compartidas de antropofagia, ya fueran protagonizadas por cristianos o por indios y aun entre hermanos. Las escenas más brutales suceden en Buenos Aires en 1535, el día de Corpus Christi. “No he visto en mi vida un país más malsano que éste” comenta Ulrich en su informe. El paraíso que refiere, no obstante los horrores de muerte que presencia en su viaje, son algunas mujeres que sustrae a la fealdad generalizada que ve a su paso y que para halagar su belleza se permite compararlas con las alemanas de su tierra: “(…) Las indias se pintan de azul, cerúleo, desde los pechos a las rodillas; con tanto primor que dudo que haya en Alemania quien las exceda en artificio y lindura. Andan desnudas (…) son hermosísimas, lascivas y me parecieron muy blancas.”
Esas lejanas crónicas de españoles, que poco a poco habrán de dar cuenta de la paulatina fusión de razas que será el país a través de epopeyas rimadas a veces con destreza, otras con un caudaloso lenguaje que desconoce la economía, preservaron la índole épica de la hazaña de la conquista y crearon el terreno para usos de la palabra más circunscritos. Los modos parecían sortear lo literario para adoptar otras formas que expresaran la singular situación de una colonia de patriotas que luchaba por cortar sus lazos de sometimiento mediante las armas sin poder impedir que la palabra tuviera su valor, aunque no hubiera la voluntad de encontrarla. Esa palabra estaba en toda su pertinencia en los partes de guerra, las proclamas, el himno de la patria nueva, en textos redactados para sostener el código y sus leyes, y todos los discursos que servían para proyectar una nación nueva y, sobre todo, en la correspondencia entre los que habrían de ser los próceres del futuro y en sus memorias, cuyo designio era la ejemplaridad postrera, puesto que las demandas del presente eran impostergables. Correspondía a los que serían llamados prohombres el ordenamiento por escrito de la vida política y militar de su tiempo. Existen así documentos de gran importancia para los historiadores puesto que surgen para establecer la verdad de un acontecimiento, o para rectificar interpretaciones que pudieron dañar su sentido. Era ése el momento de la prosa, todavía quizás lejos del ensayo, que la dota de una especie que habrá de configurarse con el tiempo y con un país más maduro. La prosa cuya virtud era la elegancia, la voluntad de convencer, el deseo político de transformar.
Es posible imaginar la sociedad que poco a poco se asentaba en las ciudades: población escasa, vida íntima apenas compartida en círculos de pertenencia a una burguesía criolla que consolidaba sus valores intelectuales y morales. La importancia del cura y del militar, que en la conspiración revolucionaria no mostraban diferencias, aunque la marca de sus deseos hubiera de revelarse en su momento; la distinción de la clase patriota, que abría sus llamados salones para la tertulia y el intercambio de ideas, de los que no estaban ausentes las mujeres. Algunas habrían de tener protagonismo en los hechos revolucionarios e independentistas. Están lejos de las amazonas que describió Schmidl, a quienes quemaban su seno derecho cuando niñas para que pudieran portar sus armas en la guerra contra sus enemigos. Las “damas” de comienzos y mediados del XIX pretendían autonomía, corrían riesgos en la gesta revolucionaria, narraban sus historias, y hasta podían internarse en la aventura literaria. El tiempo de las crónicas había dejado un terreno literario que podría haber parecido infecundo pero que se nutría de importaciones neoclásicas europeas, insuficientes no obstante para colmar la exigencia intelectual que reclamaba el momento. Entre los miembros de esa sociedad preclara que proclamaba la Revolución de Mayo, abigarrada de ilustres personajes y en permanente hervor tanto en el pensamiento como en la acción, Esteban Echeverría resulta el elegido para cumplir una misión. Ha asistido a las jornadas revolucionarias, se ha empapado de esa realidad nueva, ya argentina, ha observado y tenido parte en las luchas por el poder, se ha ganado el odio de enemigos implacables. Se va a Europa y allí, se diría nimbado por una revelación, conoce a los románticos y se adentra en esa corriente literaria, la única capaz de contener el fuego de su espíritu y los sueños de su generación. Y de interpretar la realidad social desde conceptos que han servido para entender el sentido de una revolución que convoca a los habitantes de todo un país. Personas distintas, con lenguajes propios, que representan tipos sociales diferentes, y que se disponen a iniciar un proceso que se quiere progresivo y libertario. La impronta romántica se manifiesta en la poesía, es sobre todo lírica y estremece en el orden de lo bello, lo triste y lo inacabado. Ignoramos lo que irrumpe de pronto en la escritura de Echeverría o tal vez no haya sido tan de pronto sino una necesidad perentoria de hacerse cargo de la dramática social durante el rosismo. Sólo lo sabremos casi treinta años después cuando, ya muerto él, se descubra en El matadero un relato excedido en su expresión por la fuerza con que narra un acontecimiento que pese a su demasía es ya una costumbre: la matanza de animales, el rastro de muerte y sangre con que se abastece el consumo de carne en Buenos Aires. Terrible paradoja, la sangre y la carne como fuente de riqueza y, para completar la metáfora, la destrucción física del opositor unitario como anticipo de una historia que va a proseguir en cada dictadura, en cada mesa de tortura a lo largo del tiempo. El aura romántica se vuelve realismo crudo, un hito nuevo en la literatura argentina.
Podría pensarse que ese logro realista, aunque no se planteara desde una estética de escuela, estaba insinuando y acaso demandando una relación entre sociedad y literatura que habría de demorar todavía hasta ser realismo propiamente dicho. Todavía hay un estadio intermedio, no por intermedio menos grandioso, que establecerá una obra continental: el Facundo de Sarmiento. Su singularidad extraordinaria demoró todavía un tiempo la resolución de la literatura en géneros. Había crónica, poema, discurso político, relato, pero cuando apareció este monstruo, entendido así por su monumentalidad y el carácter único de su forma, dio comienzo una perplejidad que no cesa respecto del carácter de esta obra. El haber elegido trazar la biografía de Juan Facundo Quiroga, un caudillo del interior irredento, encarnación viva de la barbarie para Sarmiento, no circunscribe la índole de su obra dentro del género biográfico; su minuciosa radiografía del país, en la que se advierte la manera con que abordó los acontecimientos históricos o sociales del país, su naturaleza, la fisonomía de sus tipos humanos y el análisis de sus costumbres; la destreza con que configuró ese texto para combatir al rosismo trágicamente imperante en el país y adecuar el proyecto humanista que lo animaba como intelectual y estadista hicieron de Facundo un libro que excedía todas las clasificaciones. Esa originalidad burló cualquier encasillamiento y se emancipó de la retórica literaria para crear una especie única e irrepetible. En 1845, cuando todavía se sopesaban los alcances del gran salto de mayo de 1810, Sarmiento, que sería presidente veinte años después, se convertía en un clásico, en el primer escritor argentino con una dimensión universal, para seguir con este registro de los “primeros” que fueron pautando una literatura.
Es bastante difícil imaginar cómo se forja una literatura. En qué momento los objetos de una cultura comienzan a tener su espacio y a generar efectos en la sociedad. Se puede intentar, sin embargo, captar esa respiración que produce el deseo de conocimiento en el ámbito privado y en el público. Casas espaciosas, salones presididos por un piano, bibliotecas cada vez más pobladas, lámparas con aura sobre escritorios y secreteres, plumas que prometen escritura en tinteros de plata, pinacoteca de retratos de época, esas imágenes ilustraron la enseñanza de los fastos patrios en las escuelas. Entretanto, se va dando una expresión original, iniciada por un peluquero neoclásico uruguayo, Bartolomé Hidalgo, que culmina con el originalísimo Martín Fierro, épica y elegía a ese tipo singular de las pampas, el gaucho, que muchos consideraron prototipo del hombre argentino. Después, en las ciudades, poco a poco los modelos vistos en Europa; un teatro, una cantante, una ópera de moda; y los generados por la población o menos inquieta por ser menos ilustrada: el teatro popular de las rancherías. La literatura tiene novelas, cuento, dramas, ediciones; crea lectores y un estatuto propio y reconocible, en el momento en el que el país se encamina a una modernidad respaldada por una filosofía positivista de progreso. Y complementada, con todas las ambigüedades del caso, por una inmigración proveniente de varios países de una Europa en crisis que no tardó en cambiar la fisonomía de las ciudades y generar alternativas políticas de enorme trascendencia histórica, el anarquismo, el socialismo y diversas expresiones culturales que tuvieron un carácter definido siempre contestatario que aún perdura en la Argentina de hoy.
¿Hacia dónde se encamina la literatura en este nuevo contexto? ¿Con qué versos se entrecierran los ojos de entonces, cuáles hacen temblar la voz y el ánimo? ¿Dónde se depositan las emociones de fines del XIX? Rubén Darío fue como una ráfaga para estos confines, Chile, luego la Argentina. En el viaje por América este viajero, que no era un conquistador del oro y de la plata pero que los buscaba metafóricamente para homologarlos con su propia riqueza poética, vino a encontrar a sus pares, aquellos que latían en su misma frecuencia y que él ya presentía como sus interlocutores antes de conocerlos. Leopoldo Lugones, Roberto Payró, Enrique Banchs, un conjunto de poetas y novelistas que se habían acompasado con el crecimiento de la modernidad. Iban al ritmo de los trenes, del teléfono, de las redes eléctricas y de las carreteras. Su escritura no podía demorarse en la reproducción inmediata de lo real: la palabra comenzaba a crecer y a dilatar sus alcances, desbordaba el escueto entendimiento y alcanzaba a veces dictaduras políticas e ideológicas que pretendieron hundirlos. El territorio que circunscriben produce extrañas figuras: un arco sale de la matanza del fuerte de Buenos Aires que narró Schmidl, se clava en el terrible matadero de Echeverría, y se reproduce en Operación Masacre de Rodolfo Walsh. Otro va desde los intentos de crear una literatura, Sarmiento y el mismo Echeverría, pasando por una fecunda vanguardia hasta ese Borges que la lleva a escenarios internacionales constituyéndose en un imponente modelo.
En ochenta años desde el golpe militar del 30 esos puentes clausurados y esos arcos tapiados encontraron los resquicios para volver a abrirse, tercamente sus corrientes volvieron a regenerar su diversidad. Julio Cortázar, Manuel Puig, Antonio Di Benedetto, Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares, Olga Orozco, Juan José Saer, Alejandra Pizarnik, Tomás Eloy Martínez, Osvaldo y Leónidas Lamborghini nos han narrado, somos sus criaturas. En el horizonte actual los arcos se han multiplicado. La Argentina vive un momento de esplendor. Los géneros literarios se ciñeron a sus coordenadas pero también estallaron en nuevas formas dando cuenta de un poder de conversión y de cambio acordes con el mundo contemporáneo. Del mismo modo que a lo largo de su historia no hubo nunca un rezago, sino siempre la promesa de una articulación nueva, la biblioteca que hoy contiene a la literatura argentina es vasta y desbordante, testimonial de la revolución de las ideas y de las formas e incluye un potente espíritu crítico que no sólo acompaña esa riqueza de la escritura sino que es también una dimensión característica de esta cultura.
Traducción - alemán Leipziger Buchmesse. Tununa Mercado. März 2010.
Nur mit großer Bereitschaft zu genauer Rekonstruktion und Synthese ist es möglich, 200 Jahre Literaturgeschichte eines Landes wie Argentinien angemessen wiederzugeben. Das Universum, das es zu erfassen gilt – um es dann erst recht auf einigen wenigen Seiten zusammenzudrängen – gestaltet sich dicht und komplex; es lässt sich nicht mit einseitigen Methoden erkunden, deren Absicht es bloß wäre, Literatur isoliert zu betrachten und sie auf eine Liste von Namen und Zahlen zu reduzieren. Wer dies versuchte, würde wohl unmittelbar erkennen wie schwierig es ist, die Literatur samt ihrer Wurzeln aus dem geschichtlichen Kontext zu reißen, der ebenso eine Sammlung von Listen und Daten darstellt; und wie schwierig es ist, sie losgelöst von unwiderlegbaren Tatsachen und für die Entwicklung des Landes grundlegenden Ereignissen zu betrachten, sie gleichsam als etwas Gesondertes, Unabhängiges zu sehen, das sich ohne weiteres Zutun in einen literaturgeschichtlichen Kanon aufnehmen ließe. Und selbst wenn ein solches Unterfangen möglich wäre, so erhielte man lediglich Einsicht in einen Teilaspekt; Literatur würde als bloßes Beiwerk verstanden werden, mehr Schmuck als Bestandteil jenes Universums sein. Tatsache ist, dass dieses Land, obwohl so neu, weder unberührt noch besonnen war: Geschändet von den spanischen Eroberern, die mehr Eindringlinge als Eroberer waren, erschüttert vom Unabhängigkeitskrieg und verwundet durch Bürgerkriege, die Schauplatz der Auseinandersetzungen zwischen jenen waren, die die Zukunft des Landes in die Hand nehmen wollten. Die Literatur fand lediglich in vereinzelten Gemütern Zuflucht, die sich als Bastionen einer Empfänglichkeit für literarische Werke aus Spanien und Europa erwiesen.
Bereits damals, als Argentinien um seine Unabhängigkeit kämpfte, verfügte das Land über ein literarisches Vermächtnis aus der Kolonialzeit, bestehend aus Werken des 16. und 17. Jahrhunderts, deren Niederschrift heute als Geburtsstunde unserer Literatur angesehen wird: Die Rede ist hier von den Werken der Dichter Martín del Barco Centenera, Ruy Díaz de Guzmán und Luis de Tejeda. Der Erstgenannte, Martín del Barco Centenera, erreichte 1573 den Río de la Plata; er reiste als Kaplan im Gefolge der Adelantados der spanischen Krone mit, deren Aufgabe es war die Welt zu entdecken und das verheißene Gold und Silber zu finden. Vom Río de la Plata führte ihn sein Weg den Paraná flussaufwärts bis nach Asunción. Das im Jahre 1601 veröffentlichte lange Gedicht des aus Cáceres in der Extremadura stammenden Don Martín del Barco trägt den Titel Argentina und ist eine Chronik voll ausgeklügelter, komplexer Verse, die einerseits die Schönheit und Fülle von Flora und Fauna in Worte fassen, andererseits von Konfrontationen zwischen Indios und spanischen Eroberern sowie Bluttaten in den jeweils eigenen Reihen beider Seiten erzählen. Auch die umfassende und detailverliebte Chronik von Ruy Díaz de Guzmán trägt den Namen Argentina. Guzmán war ein Conquistador und Historiker in der Río de la Plata-Region, zu der 1612, dem Jahr der Entstehung seines Werkes also, das heutige Argentinien, Paraguay, Uruguay, das südliche Brasilien und das südöstliche Bolivien zählten. Er war der erste in dieser Region geborene kreolische Schriftsteller und auch der erste, der jene Region mit dem Namen Argentinien benannte. Da sein Vater aus Spanien stammte und seine Mutter, Ibotu Iyú, die Tochter des Kaziken Mokyrasé und von Yaguacá Verá war, war Guzmán Teil der Mestizenkultur, die noch jetzt, 400 Jahre später, von Geheimnissen und Legende umgeben ist. Ebenfalls zu den ersten Schriftstellern Argentiniens zählt Luis de Tejeda, der erste Dichter aus Córdoba, den der große argentinische Literaturhistoriker Ricardo Rojas erfreulicherweise mit dem spanischen Lyriker Luis de Góngora zu vergleichen pflegt. Seine Gedichtsammlung, El peregrino de Babilonia, ist ein einziger Gesang der Reue über sein ruchloses und verschwenderisches Leben, das auch durch die Hinwendung zum Glauben nicht wieder ins Gleichgewicht kam.
Jahreszahlen bergen für gewöhnlich Überraschungen. Denn bereits viele Jahre bevor die eben genannten spanischen Edelmänner ihre menschlichen und literarischen Meisterleistungen vollbrachten, hatte Pedro de Mendoza den Río de la Plata erreicht, wo er 1536 keine geringere als die Stadt Buenos Aires gründete, die heute seine Statue beherbergt – in der Hand hält er das Schwert, mit dem er damals von Bord ging. Mitglied seiner Schiffsmannschaft war ein “Landsknecht, Reisender und Chronist” namens Ulrich Schmidl, der mit einer für turbulente Reisen dieser Art unvorstellbaren Aufgabe betraut war, nämlich, eine Chronik über die Reise in die Río de la Plata-Region zu verfassen, sei es in Form eines Tagebuchs oder Berichts. Wenn wir heute, hier in Deutschland, das 200ste Jubiläum der Unabhängigkeit Argentiniens feiern, so bietet es sich an vor allem auch Ulrich Schmidl gebührend zu ehren, wurde er doch anno 1510, 300 Jahre vor der Mairevolution also, im bayrischen Straubingen geboren und starb 1579 oder 1580 in Regensburg. Es war Schmidl, der als erster jene Festung erwähnte, die den Grundstein der Stadt Buenos Aires darstellt: eine quadratisch angelegte Siedlung, umgeben von einem wenig schützenden Palisadenzaun aus Zweigen und Baumstämmen, aber immerhin ein kleines Dorf, ähnlich jenen Dörfern, die man heute im Jahr 2010 noch an den Rändern unserer Städte findet. Und Schmidl war es auch, der das erste Bild von Buenos Aires anfertigte: Seine Skizze zeigt die eingezäunten Hütten, ein Pferd, zwei an den Vorderbeinen gefesselte Schweine, einige Kanonen und mehrere spanische Conquistadores mit tief in die Stirn gezogenen Hüten, wie sie ihren täglichen Aufgaben nachgehen, zu denen auch das Erhängen von Menschen gehörte – deutlich erkennbar an den von einem Holzbalken hängenden Körpern. Ulrich Schmidl bereiste während seines 20jährigen Aufenthalts das, wie er es nennt, “Paradies der Dschungelwälder von Paraguay und El Chaco“. Sein Bericht ist geprägt von einer großen Behutsamkeit, man wäre beinah versucht zu sagen, sein neutraler und karger Stil versucht das Grauen zu verbergen; so erzählt er von Schlachten, blutigen Kämpfen, Hunger, von kannibalistischen Gräueltaten hinter verschlossenen Türen, die von Christen und Indios und sogar innerhalb von Familien verübt wurden. Die brutalsten Szenen ereignen sich 1535 in Buenos Aires zu Fronleichnam. “Noch nie in meinem Leben habe ich ein Land gesehen, das so unmoralisch ist wie dieses”, schreibt Schmidl in seinem Bericht. Das Paradies, von dem er, trotz aller im Lauf seiner Reise miterlebten Schreckenstaten und Morde, spricht, offenbart sich für ihn in den Frauen, die er von der grundsätzlichen Widerwärtigkeit des Landes ausnimmt; um ihrer Schönheit zu schmeicheln erlaubt er sich, sie mit den deutschen Frauen aus seiner Heimat zu vergleichen: “(...) Die Frauen der Indios bemalen sich blau, himmelblau, von den Brüsten bis zu den Knien; sie tun es mit einer solchen Hingabe, die mich daran zweifeln lässt, dass ihnen in Deutschland auch nur irgendjemand an Geschicklichkeit und Schönheit gleich kommen könnte. Sie sind immer nackt (...), sie sind wunderschön, betörend und sie schienen mir sehr weiß.”
Diese uralten spanischen Chroniken sollten nach und nach Zeugnis ablegen über die allmähliche Verschmelzung der Rassen, die das Land schon damals und auch späterhin ausmachte; die epischen Gedichte, zum Teil in wortgewandten Reimen abgefasst, zum Teil in opulenter, überbordender Sprache, bewahrten den epischen Charakter der heldenhaften Eroberung und schufen eingeschränkte Bereiche für die Verwendung von Sprache. Es schien, als würde das Literarische aus der Sprache ausgeschlossen und andere Wege gefunden werden, um die Ausnahmesituation zu beschreiben, in der sich eine Kolonie von Patrioten befand, die darum kämpfte die Fesseln der Unterwerfung mithilfe von Waffen zu durchtrennen; dennoch konnte man der Sprache nicht ihren Wert nehmen, auch wenn es keine Bereitschaft gab, nach ihm zu suchen. Sprache war ausschließlich Kriegsangelegenheiten dienstbar geworden und wurde für politische Appelle oder Hymnen auf die neue Heimat benutzt; mithilfe der Sprache wurden Texte verfasst, die der Umsetzung von Gesetzen dienten, sie wurde für Reden, die eine neue Nation ausriefen, eingesetzt; doch vor allem diente sie der Korrespondenz zwischen den großen Persönlichkeiten der Zukunft des Landes sowie deren Memoiren, die als mustergültig dargestellt wurden, obwohl die Erfordernisse der Gegenwart unüberwindbar waren. Das politische und militärische Leben schriftlich zu regeln, das war es, was in der damaligen Zeit den einflussreichen und angesehenen Männern anstand. Es existieren somit Dokumente, die für die Geschichtswissenschaft von besonderer Bedeutung sind, bringen sie doch die Wahrheit über manche Ereignisse ans Licht und können bestehende, oftmals verfälschte Darstellungen berichtigen. In diese Zeit fällt also jener Moment, in dem der argentinischen Prosa – wenn auch noch fern des Essays – ein eigenes literarisches Wesen zu Eigen wurde, das sich im Lauf der Zeit und des Heranreifens des Landes natürlich noch verändern sollte. Die Stärke jener Prosa lag in ihrer Eleganz, ihrem Überzeugungswillen und ihrer politischen Absicht Veränderung zu bewirken. Es fällt nicht schwer sich ein Bild von jener Gesellschaft zu machen, die sich nach und nach in den Städten niederließ: Die Bevölkerung war nicht groß, man lebte ein zurückgezogenes Leben und teilte es nur im kleinen Kreise mit anderen Mitgliedern des kreolischen Bürgertums, das an seinen eigenen intellektuellen Werten und Moralvorstellungen festhielt. Kirche und Militär kam ein besonders hoher Stellenwert zu, beide beteiligten sich an der revolutionären Verschwörung, wenn auch ihre wahren Absichten verschieden waren und zum gegebenen Zeitpunkt noch ans Licht kommen sollten. Die heimatverbundene Klasse eröffnete so genannte “Salones”, in denen man sich traf und Ideen austauschte und zu denen auch Frauen Zugang hatten; einige dieser Frauen würden später eine tragende Rolle in der Revolution und im Kampf um die Unabhängigkeit spielen. Sie hatten kaum etwas gemein mit den Amazonen aus Schmidls Beschreibungen, denen im Mädchenalter die rechte Brust weggebrannt wurde, damit sie im Krieg ihre Waffen besser tragen konnten: Die “Damen” des beginnenden 19. Jahrhunderts strebten nach Autonomie, nahmen um der Revolution Willen Gefahren auf sich, erzählten ihre Geschichten und konnten sich sogar auf das Abenteuer Literatur einlassen.
Die Zeit der großen Chroniken hinterließ ein scheinbar unfruchtbares literarisches Feld; es nährte sich jedoch von klassizistischen Importen aus Europa, die dem intellektuellen Anspruch der damaligen Zeit allerdings nur ungenügend gerecht werden konnten. Mitglied der außergewöhnlichen, bunt gemischten Gesellschaft illustrer Persönlichkeiten, die von Gedanken und Taten getrieben schließlich die Mai-Revolution ausriefen, war auch Esteban Echeverría. Er war aktiv in die Pläne der Revolution eingebunden, ließ sich von der neuen – argentinischen – Realität einsaugen, beobachtete die Kämpfe um die Macht, war selbst Teil davon und zog den Hass unerbittlicher Gegner auf sich. Seine Flucht nach Europa erwies sich für ihn als Offenbarung: Er lernt die europäische Romantik kennen und vertieft sich in sie, da das Feuer seines wilden Geistes und die Träume seiner Generation in keiner anderen literarischen Strömung einen angemesseneren Ausdruck hätten finden können: Sie verfügt über Gedankengut und Begrifflichkeiten, die in der Lage sind, die soziale Wirklichkeit so abzubilden, dass Sinn und Bedeutung einer Revolution begreifbar werden, die die gesamte Bevölkerung eines Landes zu mobilisieren vermag. Menschen unterschiedlichster Herkunft, mit je eigenen Sprachen, aus verschiedenen sozialen Klassen, die bereit sind, einen Prozess in Gang zu setzen, der Fortschritt und Freiheit bedeutet. Die Spuren der Romantik offenbaren sich in der Dichtkunst, einer vor allem lyrischen Poesie, die sich im Schönen, im Traurigen und im Unvollendeten ergeht. Man weiß nicht, warum Echeverrías Schreiben plötzlich eine Veränderung erfuhr – vielleicht passierte sie auch nicht plötzlich, sondern aus der Notwendigkeit und Dringlichkeit heraus sich mit der sozialen Dramatik unter der Herrschaft von de Rosas auseinanderzusetzen. Erst 30 Jahre später klärte sich das Rätsel, als man in El matadero des bereits verstorbenen Echeverría eine Geschichte entdeckte, die eindringlich und ausdrucksstark von einem Phänomen berichtet, das trotz seines abstoßenden Charakters zu etwas Alltäglichem wurde: Das Schlachten von Tieren, an einem Ort, der Tod und Blut bedeutete, aber die Versorgung von Buenos Aires mit Fleisch sicherstellte. Ein grauenhaftes Paradoxon: Blut und Fleisch als Quelle von Reichtum und die physische Zerstörung des unitarischen Feindes als Vorgriff auf eine Geschichte, die sich in jeder Diktatur und auf jeder Folterbank im Lauf der Zeit fortsetzt. Der romantische Nimbus wird zu eiskaltem Realismus – ein neuer Wendepunkt in der argentinischen Literatur. Man könnte fast meinen, dass dieser Sieg des Realismus, auch wenn er keiner Lehrbuchästhetik entsprach, auf einen Zusammenhang zwischen Gesellschaft und Literatur hindeutete, einen solchen gleichsam einforderte; allerdings musste er noch einige Zeit warten, bis er im wahrsten Sinne des Wortes Realität wurde. Denn noch befinden wir uns in einem – nicht weniger faszinierenden – Zwischenstadium, in dem ein monumentales Werk zu Tage tritt: Facundo von Domingo Faustino Sarmiento. Die Einzigartigkeit dieses außergewöhnlichen Werkes zögerte die Aufsplitterung der Literatur in einzelne Genres noch einige Zeit hinaus; es gab Chroniken, Gedichte, politische Abhandlungen und Erzählungen, doch dieses monströse Werk, das ob seiner Monumentalität und individuellen Gestalt so bezeichnet werden darf, verursachte Verwirrung und warf Fragen hinsichtlich seines Charakters auf, die immer noch bestehen. Dass Sarmiento sich entschied, das Leben des Juan Facundo Quiroga niederzuschreiben, der während des Bürgerkriegs als Caudillo agierte und für Sarmiento der lebendige Inbegriff der Barbarbei war, schränkt den Charakter seines Werkes allerdings nicht auf das Genre Biographie ein; denn minutiös und analytisch beschreibt er darin das Land, seine Natur, die unterschiedlichen Menschentypen und Gebräuche; das Geschick, mit dem er diesen Text gestaltete, um gegen die peinigende Herrschaft von de Rosas anzukämpfen und seine Vision von Zivilisation zu verbreiten, die ihm als Intellektueller und Staatsmann stets Ansporn war, machen Facundo zu einem Werk, dass sich jeglicher Klassifikation entzieht. Durch seine Originalität emanzipierte sich dieses Werk von der vorherrschenden literarischen Rhetorik und erschuf selbst eine einzigartige und unnachahmliche Gattung. Als Facundo 1845 veröffentlich wurde – zu einer Zeit also, als die Tragweite der Geschehnisse vom Mai 1810 bereits abschätzbar war – wurde Sarmiento, der 20 Jahre später Präsident werden sollte, bereits zu einem Klassiker – der erste argentinische Schriftsteller von übergreifender Dimension. Somit haben wir unsere Liste der so genannten “Ersten”, die Argentinien zu einer nationalen Literatur verhalfen, um einen Schriftsteller erweitert.
Es ist niemals einfach, sich vorzustellen, wie die Literatur eines Landes heranwächst; in welchem Moment einzelne Konzepte einer Kultur beginnen Raum einzunehmen und Einfluss auf die Gesellschaft auszuüben. Man kann jedoch versuchen, jenen Atemzug einzufangen, der den Wunsch nach Wissen und Erkenntnis im privaten wie im öffentlichen Bereich wach werden ließ. Weiträumige Häuser, “Salones” mit Klavieren, immer besser ausgestattete Bibliotheken, Lampen, die Licht auf Schreibtische und Sekretäre strahlen, Federn in silbernen Tintenfässern, die Geschriebenes erwarten lassen, Sammlungen mit Gemälden aus jener Epoche – mit diesen Bildern brachte man Schülern patriotische Feierlichkeiten, Pomp und Prunk näher. Zur gleichen Zeit wird versucht, ein Bild von Ursprünglichkeit zu schaffen; beginnend mit dem Werk eines klassizistischen Barbiers aus Uruguay, Bartolomé Hidalgo, und gipfelnd in der höchst außergewöhnlichen und einzigartigen Elegie Martín Fierro – einem epischen Gedicht über einen Gaucho aus der Pampa, der für viele den Prototypen eines argentinischen Mannes verkörperte. Nach und nach halten Konzepte der europäischen Kultur Einzug in den Städten: Theater, Sänger, moderne Opern; auch die Volkskultur bringt ihre Formen hervor, wie das Volkstheater in den kleineren Dörfern. Die Literatur produziert Romane, Erzählungen, Dramen, Ausgaben über Ausgaben; sie schafft Leser und Leserinnen und wird zu einer eigenständigen, erkennbaren Institution, genau in jenem Moment, als sich das Land auf den Weg in eine Moderne macht, die von einer positivistischen, auf Fortschritt ausgerichteten Philosophie getragen wird. Eine wichtige Rolle in der Entwicklung der Literatur, mit allen positiven und negativen Aspekten, spielt auch die Immigration vieler europäischer Flüchtlinge: Die Städte beginnen sich sehr schnell zu verändern und politische Alternativen von enormer historischer Tragweite erwachen zum Leben; der Anarchismus, der Sozialismus und diverse oft widersprüchliche kulturelle Erscheinungen, die den Charakter des Landes mit formen , der auch das Argentinien von heute noch prägt.
In welche Richtung bewegt sich die Literatur in diesem neuen Kontext? An welchen Versen finden die Augen gefallen, welche lassen Stimme und Geist erzittern? Worin finden sich die Gefühle des endenden 19. Jahrhunderts wider? Ruben Darío war in diesem Zusammenhang eine wahre Offenbarung, erst in Chile, später in Argentinien. Er reiste durch Südamerika, jedoch nicht als Eroberer auf der Suche nach Gold und Silber, sondern als einer, der sich auf eine metaphorische Suche nach Schätzen begab, um sie mit seinem eigenen poetischen Reichtum zu vergleichen; er kam, um Seinesgleichen zu finden, jene, die im Einklang mit ihm waren und von denen er bereits vermutet hatte, dass sie im Geiste mit ihm verwandt waren, noch bevor er sie tatsächlich kennen lernte: Leopoldo Lugones, Roberto Payró, Enrique Banchs, eine Gruppe von Dichtern und Romanciers, die die mehr und mehr manifest werdenden Moderne lebten. Sie gingen mit dem Rhythmus der Zeit; der Züge, Telefone, Stromnetze und neuen Straßen. In ihren Werken hielten sie sich nicht mit der unmittelbaren Reproduktion der Wirklichkeit auf: Ihr Wort begann zu wachsen, an Reichweite zuzunehmen und sich von einer nüchternen Verstehensweise loszulösen und erreichte manchmal sogar politische und ideologische Diktaturen, die seine Reichweite und Bedeutung zunichtemachen wollten.
Die Sprache beschreitet oft eigenartige Wege: Die Schlacht um die Festung von Buenos Aires, von der uns Schmidl erzählt, ist der Ausgangspunkt eines Bogens, der sich über das grauenhafte Schlachthaus von Echeverría hinweg spannt und sich schließlich in Operación Masacre von Rodolfo Walsh fortsetzt. Ein anderer Bogen spannt sich von den ersten Versuchen Sarmientos und Echeverrías eine nationale Literatur zu schaffen über eine höchst fruchtbare Avantgarde hinweg bis hin zu Borges, der die Literatur auf eine internationale Ebene brachte und so zu einem imponierenden Vorbild wurde. 80 Jahre sind vergangen seit dem Militärputsch von 1930; Brücken, die versperrt waren und Verbindungen, die verschlossen waren, haben es geschafft sich wieder zu öffnen und unter großem Widerstand erlangte die Literatur ihre Diversität zurück. Julio Cortázar, Manuel Puig, Antonio Di Benedetto, Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares, Olga Orozco, Juan José Saer, Alejandra Pizarnik, Tomás Eloy Martínez, Osvaldo und Leónidas Lamborghini haben uns davon erzählt, wir sind ihre Geschöpfe. Am Horizont von heute haben sich die Bögen vervielfältigt. Argentinien durchlebt eine Blütezeit. Die literarischen Gattungen bewegen sich zwar weiterhin innerhalb ihres Koordinatensystems, haben jedoch auch neue Wege beschritten und zeugen so von der Macht der Veränderung und des Umdenkens im Einklang mit der Welt von heute. So wie die argentinische Literatur zu keinem Zeitpunkt in ihrer Entwicklung etwas schuldig geblieben ist und stets auf neue Ausdrucksformen hoffen ließ, so stellt sie auch heute eine spektakuläre, überreiche Sammlung von Werken dar, in denen sich die Revolution der Ideen und Formen widerspiegelt und ein ausgeprägter kritischer Geist erkennbar wird, der charakteristisch ist für die gesamte argentinische Kultur.
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Formación en el ámbito de la traducción
Master's degree - University of Vienna, Center for Translation Studies
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Passionate freelance translator since 2005. Master's degree in Literary and Media translation in 2009 (University of Vienna).
Worked in London and studied in Mexico City. I now live in Vienna, Austria and work as a freelance translator/editor/subtitler.
I have been working for major subtitling companies around the world and have translated many TV shows, feature films and documentaries, in particular for Netflix and Amazon Prime. I am very familiar with their specifications and am well-versed on the linguistic level.
I am also an expert in the medical, pharmaceutical and market research field. I attended medical classes and webinars. I also trained as an instructor for prenatal classes based on Yoga.
Word-perfect translations are my cup of tea. Moreover, I am reliable and responsive and know how to manage my time to meet my clients' deadlines.
When I am not working I enjoy spending time with my 7 year old daughter. Also, I am following my dreams by taking singing and acting lessons.