This site uses cookies.
Some of these cookies are essential to the operation of the site,
while others help to improve your experience by providing insights into how the site is being used.
For more information, please see the ProZ.com privacy policy.
This person has a SecurePRO™ card. Because this person is not a ProZ.com Plus subscriber, to view his or her SecurePRO™ card you must be a ProZ.com Business member or Plus subscriber.
Afiliaciones
This person is not affiliated with any business or Blue Board record at ProZ.com.
Servicios
Translation, Editing/proofreading, Website localization, Software localization, Subtitling, Transcription, Training
Especialización
Trabaja en
Antropología
Arqueología
Poesía y literatura
Educación / Pedagogía
Folklore
Historia
Lingüística
Ciencias (general)
Ciencias sociales, sociología, ética, etc.
Tarifas
francés al portugués - Tarifas: 0.06 - 0.10 EUR por palabra / 20 - 25 EUR por hora español al portugués - Tarifas: 0.06 - 0.10 EUR por palabra / 20 - 25 EUR por hora inglés al portugués - Tarifas: 0.06 - 0.10 EUR por palabra / 20 - 25 EUR por hora
Comentarios en el Blue Board de este usuario
0 comentarios
Payment methods accepted
Transferencia electrónica, Giro
Muestrario
Muestras de traducción: 3
español al portugués: FRANCISCO AYALA General field: Arte/Literatura Detailed field: Poesía y literatura
Texto de origen - español Toda una vida de escritor
El escritor Francisco Ayala escribió este discurso al recibir el Premio Antonio de Sancha en 2005.- En él repasa su carrera literaria, es decir, la historia misma de las letras españolas en el siglo XX
He sido escritor público a lo largo de toda mi vida. Empecé a publicar textos de mi pluma en mis años de adolescente y casi me atrevería a decir que desde mi infancia, y en ello he perseverado hasta ayer mismo, aunque mejor dicho, en verdad, hasta el día de hoy, cuando tengo la esperanza de alcanzar a cumplir la edad de cien años. Sin embargo, soy un escritor anómalo, en el sentido de que esa principal e incesante actividad mía se ha desarrollado sin profesionalidad, esto es, sin que yo haya hecho de ella mi modus vivendi. Lo cual ha permitido que mis relaciones con la industria editorial, sin que faltaran a veces los desencuentros y algún enojo, hayan discurrido desde el comienzo de modo apacible y generalmente amistoso. A tal resultado ha contribuido sin duda un factor de buena suerte. En efecto, terminé de redactar una primera novela cuando sólo tenía diecinueve años y, siendo no sólo novato sino también totalmente impecune, carecía de perspectivas de verla publicada, una señora amiga de casa pidió a un su pariente, el exitoso autor teatral Guillermo Fernández-Shaw, que leyese el original, y este celebrado autor tuvo la generosidad de ofrecerse a pagar la impresión del libro; y enseguida, por si fuera poca mi fortuna, el libro fue comentado con benévolo aplauso en el diario El Sol por el más acreditado crítico de entonces, Enrique Díez-Canedo (era el año 1925); de esta manera el joven autor que era yo quedó ingresado de golpe en la república de las letras.
Vendría pronto la época de la renovación vanguardista. Fue ésta una época de gran brillantez para la cultura española. Todavía estaba en su actividad la espléndida generación innovadora del 98; Ortega y Gasset había irrumpido ya en la vida nacional acompañado por un nuevo grupo de literatos del más alto nivel; y por debajo, continuaba actuando un numeroso conjunto de escritores más o menos estimables que gozaban de popularidad, viniendo todo ello a coincidir con una profunda renovación de la vida nacional, sometida pronto a una crisis de sus instituciones políticas con el consiguiente cambio de régimen. Pero, según iba diciendo, surgió entonces un grupo de jóvenes poetas, narradores, músicos y artistas plásticos -la gente de mi grupo, que recibió el nombre de generación del 27-, dentro de la cual me fue dado desempeñar también mi propio papel personal, publicando varios escritos concebidos y redactados dentro del espíritu de la vanguardia. Fueron ediciones muy cuidadas, muy bien recibidas por el no tan escaso público minoritario de aquellos días, y hoy deseadas, buscadas y atesoradas por los coleccionistas; entre ellas, quisiera mencionar algunos de los títulos de los que yo mismo era autor: El boxeador y un ángel, Cazador en el alba e Indagación del cinema, exponentes claros, ya desde su propia cubierta, de una renovadora visión del mundo.
Conviene hacer notar aquí que el desarrollo de la actividad cultural española, así renovada, coincide de un modo muy significativo con movimientos parejos, simultáneos, surgidos en los diferentes países de la América hispánica, cuya historia intelectual no puede echarse en olvido. Fue una época de intercomunicación, de sintonía, entre los grupos intelectuales jóvenes y los de quienes en España nos esforzábamos por descubrir caminos estéticos todavía inéditos: un esfuerzo de apertura hacia el exterior y, mejor aún, de recepción recíproca desde todas partes. Cuando quiere entenderse bien lo que ocurre en el terreno de la cultura, no se puede prescindir del contexto político-institucional y, más ampliamente, del histórico-social, que imponen su marca y modulan las iniciativas de los grupos activos. Por supuesto, no es ésta la oportunidad de establecer alguna precisión que aclare lo dicho. Me limitaré, por tanto, a invocar el recuerdo de la famosa polémica sobre "el meridiano intelectual" suscitada por una imprudencia de Guillermo de Torre en La Gaceta Literaria en relación con la revista argentina Martín Fierro, tan fraternal ésta sin embargo para nosotros. Vivíamos los jóvenes en una atmósfera de felicidad cultural frente a un porvenir que se nos antojaba despejado y muy prometedor. Tal atmósfera estaba alimentada por un conjunto de iniciativas editoriales -conjugadas a ambas orillas del océano- en cuyo desarrollo participábamos con entusiasmo los nuevos escritores de mi generación. Por cuanto se refiere a España, baste recordar la mencionada Gaceta Literaria, para no hablar de la espléndida y por entonces muy respetada Revista de Occidente, debiéndose también hacer mención de la famosa CIAP (Compañía Iberoamericana de Publicaciones), empresa de dudosa catadura y de no menos dudosa gestión. Por cierto que mi buen amigo Esteban Salazar y Chapela tuvo la chance de participar en aquella manipulación editorial, y lo hizo con intención óptima y bien agradecida por sus amigos. En suma, quiero hacer notar también que durante aquel periodo de nuestra historia cultural traducíamos aquí en seguida todo lo más importante que aparecía publicado en el mundo, de modo tal que los lectores españoles podían estar al tanto de las novedades surgidas en diversos países, y ello con una apertura de intereses no igualada a aquella hora en ningún otro país europeo (y por cierto, el joven escritor que por aquellas fechas era yo fue traductor de muy importantes libros extranjeros, cuyo impacto sobre nuestra atmósfera intelectual de entonces fue evidentemente notable).
En resumidas cuentas, conviene notar que durante la primera fase de mi vida como escritor, esto es, desde los años de mi adolescencia hasta el comienzo de nuestra guerra civil, la industria editorial española había desempeñado un papel principal dentro del mundo hispánico, acogiendo a muchos de los más notables escritores hispanoamericanos, mientras que dentro del país se encontraba bien servido el conjunto de los productores literarios nacionales. Los nuevos, los de mi generación -la vanguardia-, promovimos por propia iniciativa la aparición de otros sellos editoriales de alcance minoritario que traían al mercado una fisonomía nueva, marcada por el gusto a lo distinto y con ciertas aspiraciones a la exquisitez. Y convendría notar que esta última manifestación de la actividad literaria española se había correspondido de un modo que pudiéramos calificar de fraterno con las actividades de los grupos de vanguardia simultáneamente aparecidos en diversos países de la América hispana. (Y empleo el calificativo de "fraterno" incluyendo en él las simpatías y los encontronazos como, por ejemplo, el de la famosa polémica del Martín Fierro).
Fue una floración maravillosa, pero ¡ay!, la turbulencia de aquella hora histórica habría de hacerla dolorosamente fugaz. Vino la guerra civil en España, destrozando el país y dejando a la población sobreviviente reducida a las condiciones más precarias. A mí me tocó formar parte del cuantioso número de quienes logramos salvar la vida emigrando, para caer en un exilio que parecía interminable y que de todos modos se prolongó por decenas de años, y que en muchos casos resultó ser definitivo y para siempre.
Ese exilio fue para mí en cambio relativamente suave. Mis circunstancias personales me permitirían recuperar de inmediato en Buenos Aires, ciudad que ya conocía y donde era conocido, y donde tenía muy buenas relaciones, tanto el papel de escritor como una posición social muy aceptable. Se me abrieron las páginas de las publicaciones argentinas más importantes: el diario La Nación, la revista Sur, otras revistas, entre estas una de especialidad político-jurídica: La Ley. Y comenzó asimismo mi implicación en una industria editorial como la de aquel país, allí renovada entonces a expensas de la decadencia peninsular, y favorecida por las aportaciones de tantos profesionales emigrados.
Instalado, pues, en Buenos Aires, y desde el mismo día de mi llegada, reanudé allí la tarea de creador literario que había estado suspendida en España durante los años de nuestro conflicto civil, publicando ahora en la revista Sur (diciembre de 1939) mi Diálogo de los muertos, a la vez que empezaron a aparecer en La Nación artículos míos sobre temas diversos. Debo mencionar aquí algo muy señalado desde el punto de vista editorial: en 1944 aparecería, publicado por iniciativa de Eduardo Mallea, en la refinadísima colección de Cuadernos de la Quimera, lujosa oferta de la editorial Emecé, mi relato El hechizado (una de las piezas que habían de componer luego el volumen Los usurpadores). A la editorial Emecé he de referirme más adelante, pues a partir de entonces tuve con ella una relación excelente.
Si, como dije al comienzo, nunca a lo largo de toda mi vida fui un escritor profesional en el sentido de convertir en modus vivendi el fruto económico de mi creación literaria (soy, por notable excepción un escritor que nunca se ha valido de los servicios, al parecer sumamente útiles, de algún agente), he trabajado sin embargo, de vez en cuando, incluso como empleado a sueldo, para una casa editorial; pues es lo cierto, además, que durante esa breve etapa de mi vida los magros productos de mi pluma debieron servirme para atender en cierta medida a lo más indispensable del diario vivir. Trabajé para la editorial Losada, que publicaría varios de mis libros, algunos de ellos tan importantes como Razón del mundo, La cabeza del cordero y -sobre todo si se atiende a la magnitud de la empresa- mi Tratado de sociología.
Traduje por su encargo obras, alguna de ellas de mi gusto y otras a disgusto mío, y ello me permitió avanzar en la carrera modesta pero grata de tratar con los libros y sobrevivir en un ambiente que me consentía hasta cierto punto elegir el terreno de mis actividades. Entre éstas he de mencionar de modo muy especial la creación y gestión de la revista Realidad, a la que, para matizar su carácter, subtitulé Revista de Ideas. Esta revista la habíamos planeado Francisco Romero y yo con la ayuda y el estímulo de Mallea. E insistí en que Romero apareciera como su director, comprometiéndome con él a no encomendarle ni hacerle responsable de ningún trabajo. La revista fue diseñada y, lo que es más importante, costeada a sus expensas por la Imprenta López, empresa que entonces servía a las publicaciones de las dos principales editoriales bonaerenses. No debo extenderme, como bien pudiera, en detalles interesantes. Invité a colaborar en ella a varios de mis amigos y colegas de España, como José Luis Cano y Ricardo Gullón; se publicó un comentario muy apreciativo de la recién aparecida novela Nada, de Carmen Laforet, y también hubo trabajos con la firma de diversas personalidades de relieve máximo, que son hoy figuras indispensables en la historia universal: Bertrand Russell, Jean-Paul Sartre, Jorge Luis Borges, Martin Heidegger, Juan Ramón Jiménez, Arnold Toynbee, Pedro Salinas, T. S. Eliot, Alfonso Reyes... De Realidad se publicaron dieciocho números; y cuando -por razones diversas- decidí poner fin a mi residencia en la Argentina y trasladarme (año 1949) al norte del continente americano resolví, con gran contrariedad de todos los concernidos, cerrar su publicación, pues no quería que, abandonada por nosotros, pudiera caer en lamentable decadencia, según suele ocurrir en casos análogos, y según ocurriría más adelante con la revista La Torre, que yo mismo había de fundar en la Universidad de Puerto Rico.
En cuanto a mi relación con la Editorial Sudamericana, fue desde el comienzo, y siempre hasta el final, fácil y muy satisfactoria. Había entablado yo muy pronto una buena amistad con su promotor y dueño, Don Antonio López Llausás, un hombre a cuyo padre, dueño de un importante negocio librero en Barcelona, había tenido yo ocasión de saludar no mucho tiempo antes en aquella ciudad. Su hijo, López Llausás, era persona culta, discreta, prudente en sus negocios, y muy capaz de mantenerse siempre dentro de su papel marginal, aunque ciertamente decisivo, en la vida intelectual porteña. La Editorial Sudamericana publicó con complacencia y satisfacción de mi parte las primeras ediciones de mis libros Histrionismo y representación, Los usurpadores, Muertes de perro y El fondo del vaso. Mi familiaridad con el mundo editorial en aquellos años porteños me permitió ofrecer una mirada irónica, quizá divertida, sobre esa profesión que finalmente es la mía. Algunos de mis relatos, como El colega desconocido (recogido en el volumen Historia de macacos), pueden dar una idea de esa actitud mía -ligera, burlona y escéptica- acerca del pintoresco mundo de los escribidores, afanándose por entrar, a fuerza de publicidad, en el juego competitivo de los best sellers.
Luego, mi vida en el trópico, mi relación con la Universidad de Puerto Rico y con su editorial a cuyo cargo estuve, viene a completar esta fase de mi larga actividad de intelectual, pasando yo pronto, desde allí mismo, a reanudar mi verdadera profesión: la docente. Aquella universidad, como la isla misma, su régimen de gobierno y sus perspectivas culturales, se encontraban en una fase de gran plasticidad. Todo cambiaba rápida y profundamente; y esto permitió que mi colaboración, tanto como mi amistad, con el rector Jaime Benítez y con varias de las personalidades singulares, y muy interesantes, que componían aquella peculiar sociedad, fuesen para mí ocasión de experiencias bastante singulares de las que he dejado algún testimonio por escrito. Me referiré aquí tan sólo al aspecto relacionado con la actividad intelectual, que fue de todos modos bastante importante. Establecimos allí una relación muy fecunda con el mundo orteguiano (Benítez era, para así decirlo, un ferviente fan de don José Ortega), y de ahí vino un arreglo para imprimir y publicar en Puerto Rico varios de los títulos que llevan el sello de Revista de Occidente. Marginalmente, la gente de dicha revista en España (concretamente, Fernando Vela) imprimiría en Madrid (1955) la primera edición comercial de mi libro Historia de macacos -aunque seguro estoy de que dicho libro nunca pasó a las librerías-, reproduciendo una edición privada, en verdad clandestina, que previamente se había impreso gracias al entusiasmo amistoso de Ricardo Gullón.
A partir de allí mi actividad y mis iniciativas docentes en la Universidad de Puerto Rico abren una nueva etapa, ya definitiva, a mi carrera de escritor público. En fin, ahora, en la fecha de hoy (el 26 de septiembre de 2005), cuando he terminado de poner por escrito estas palabras, y ante la perspectiva de cumplir los cien años de mi vida, vuelvo la vista hacia el prolongadísimo camino de esta mi existencia sobre el deleznable planeta en que me fue dado abrir los ojos al mundo y encontrarme conmigo mismo y me doy cuenta de que la realidad en la que se desenvolvía mi existencia ha experimentado tan sustanciales cambios que apenas si acierto a reconocerla. Venía hablando hasta este momento de un siglo en el que los libros han constituido el panorama básico de la existencia humana, debiendo entenderse por tal la del hombre que se alza sobre su naturaleza material para contemplar un panorama superior apenas descifrable, y reconozco que los libros, y dentro de ellos lo que en sentido preciso debe llamarse literatura, que ha sido para mí la orientación y meta capaz de justificar dicha existencia sobre la tierra, han perdido ya su vigencia, y están siendo sustituidos por vehículos distintos de la expresión y de la comunicación sobre los soportes que nuevas tecnologías introducen y que anuncian maneras de vivir y de entender el mundo enteramente ajenas a aquellos que, como yo, han desarrollado su existencia temporal en un tiempo que ya hoy se ha hecho pretérito.
No me ha sido dado a mí otro medio de realizarme en función del mundo en que me tocó vivir, si no es a través de la letra impresa. El espacio de la realidad acotado por los libros ha sido desde la infancia mi espacio natural, y en él se ha desenvuelto básicamente mi actividad sobre la tierra, en relación siempre con quienes, como yo, con los libros han vivido, y me refiero a quienes fueron mis compañeros escritores, o los muchos, incontables, aficionados a la lectura, pero, muy en particular, a los profesionales de la producción de tales objetos de cultura: bibliotecarios, editores y libreros, entre los que, ya en su mayor parte desaparecidos, he tenido y tuve tantos y tan buenos amigos a lo largo de esta dilatadísima permanencia mía sobre este cuerpo astral al que piadosamente he calificado de deleznable.
Texto íntegro del discurso pronunciado por Francisco Ayala al recibir el Premio Antonio de Sancha, el 26 de septiembre de 2005.
Traducción - portugués Uma vida de escritor a sério
O escritor Francisco de Ayala escreveu este discurso ao receber o Prémio António de Sancha em 2005. - Nele recorda a sua carreira literária, ou seja, sobre a história das letras espanholas do século XX.
Fui um escritor público ao longo de toda a minha vida. Comecei a publicar textos com a minha pena nos meus anos de adolescente e quase me atreveria a dizer que desde a minha infância, nisso tenho perseverado até ontem mesmo, ainda que melhor dizendo, na verdade, até ao dia de hoje, em que tenho a esperança de chegar à idade de cem anos. Não obstante, sou um escritor anómalo, no sentido em que essa minha actividade principal e incessante se desenvolveu sem profissionalização, isto é, sem que tenha feito dela o meu "modus vivendi". O que permitiu que as minhas relações com a indústria editorial, sem que faltassem às vezes os desencontros e algum enfado, se tenham desenvolvido desde o começo de forma pacífica e geralmente amistosa. Para tal resultado contribuiu, sem dúvida, um factor de boa sorte. Com efeito, acabei de redigir um primeiro romance quando só tinha dezanove anos e, sendo não só novato mas também totalmente pobre, carecia de perspectivas de vê-la publicada, uma senhora amiga de lá casa pediu a um seu parente, e reconhecido autor teatral Guillermo Fernández-Shaw, que lê-se o original, e este célebre autor teve a generosidade de oferecer-se para pagar a impressão do livro; e de seguida, como se fosse pouca a minha sorte, o livro foi comentado com benévolo aplauso no diário El Sol pelo mais respeitado crítico da altura, Enrique Díez-Canedo (foi no ano 1925); de este modo, o jovem autor que eu era entrou de uma vez na república das letras.
De seguida, chegaria a época da renovação vanguardista. Esta foi uma época de grande brilho para a cultura espanhola. Ainda estava em actividade a esplêndida geração inovadora de 98 (N.T. grupo muito influente nas letras espanholas do final do séc. XIX e começo do séc. XX); Ortega y Gasset já tinha irrompido na vida nacional, acompanhado por um grupo de literatos do mais alto nível; e a num nível inferior, continuava a actuar um numeroso conjunto de escritores, mais ou menos respeitáveis que gozavam de popularidade, vindo tudo isto a coincidir com uma profunda renovação da vida nacional, logo submetida a uma crise das suas instituições políticas com a consequente mudança de regime. Mas, como ia dizendo, surgiu nessa altura um grupo de jovens poetas, narradores, músicos e artistas plásticos - as pessoas do meu grupo, que recebeu o nome de Geração de 27 -, dentro da qual me foi dado, também, a desempenhar o meu próprio papel pessoal, publicando vários escritos concebidos e redigidos dentro dos espírito da vanguarda. Foram edições muito cuidadas, muito bem recebidas pelo não tão escasso público minoritário daqueles dias, e hoje desejadas, procuradas e guardadas como tesouro pelos coleccionadores; entre estas, gostaria mencionar alguns dos títulos dos quais eu próprio fui autor: El boxeador y un ángel, Cazador en el alba e Indagación del cinema, expoentes claros desde a própria capa de uma visão renovadora do mundo.
Convém destacar aqui que o desenvolvimento da actividade cultural espanhola, assim renovada, coincide de um modo muito significativo com movimentos parecidos, simultâneos, aparecidos nos diferentes países da América hispânica, cuja história intelectual não pode ficar esquecida. Foi uma época de intercomunicação, de sintonia, entre os jovens grupos intelectuais e daqueles que, como nós, em Espanha, se esforçavam por descobrir caminhos estéticos então inéditos: um esforço de abertura ao exterior e, melhor ainda, de recepção recíproca a partir de todos os lugares. Quando se quer entender o que se passa no terreno da cultura, não se pode prescindir do contexto político-institucional e, mais amplamente, do contexto histórico-social, que impõem a sua marca e modelam as iniciativas dos grupos activos. Evidentemente, não é oportuno especificar alguma coisa que esclareça o que foi dito. Limitar-me-ei, portanto, a invocar a memória da famosa polémica sobre o "meridiano intelectual" suscitada por uma imprudência de Guillermo de Torre em La Gaceta Literaria relativa à revista argentina Martín Fierro e, contudo, esta sempre tão fraternal para connosco. Nós, os jovens, vivíamos numa atmosfera de felicidade cultural face a um devir que se afigurava desanuviado e muito prometedor. Tal atmosfera era alimentada por um conjunto de iniciativas editoriais - conjugadas nos dois lados do oceano - em cujo desenvolvimento, nós, os novos escritores da minha geração, participávamos com entusiasmo. Pelo que se refere a Espanha, basta recordar a mencionada Gaceta Literaria, para não falar na esplêndida e naquela altura muito respeitada Revista de Occidente, devendo mencionar-se, também, a famosa CIAP (Compañía Iberoamericana de Publicaciones), empresa de aspecto duvidoso e não menos duvidosa gestão. É certo que o meu bom amigo Esteban Salazar y Chapela teve a sorte de participar naquela manipulação editorial, e fê-lo cheio de boas intenções, o que foi bem agradecido pelos seus amigos. Em suma, quero realçar, também, que durante aquele período da nossa história cultural traduzíamos imediatamente tudo o que de mais importante aparecia publicado no mundo, de tal modo que os leitores espanhóis podiam estar a par das novidades surgidas em diversos países, e tudo isso com uma abertura a interesses não igualada, naquela hora, em nenhum outro país europeu (e já agora, o jovem escritor que naquela altura era eu foi tradutor de livros estrangeiros muito importantes, cujo impacto no nosso panorama intelectual daquela altura foi evidentemente notável).
Em resumo, convém frisar que durante a primeira fase da minha vida de escritor, isto é, desde os anos da minha adolescência até ao começo da nossa guerra civil, a indústria editorial espanhola tinha desempenhado um papel principal no mundo hispânico, acolhendo muitos dos mais notáveis escritores hispano-americanos, enquanto dentro do país se encontrava bem servido o conjunto dos produtores literários nacionais. Os novos, os da minha geração - a vanguarda - promovemos por própria iniciativa o surgimento de outros selos editoriais de alcance minoritário que traziam para o mercado uma fisionomia nova, marcada pelo gosto do distinto e com certas aspirações de elegância. Convinha notar que esta última manifestação da actividade literária espanhola se tinha correspondido de um modo que poderíamos qualificar de fraterno com as actividades dos grupos de vanguarda simultaneamente aparecidos em diversos países da América hispânica. (E emprego o qualificativo "fraterno" incluindo nele as simpatias e os choques como, por exemplo, o da famosa polémica de Martín Fierro).
Foi uma floração maravilhosa, mas, ai de nós! a turbulência daquela hora histórica havia de a tornar dolorosamente fugaz. Chegou a guerra civil a Espanha, destroçando o país e deixando a população sobrevivente reduzida às condições mais precárias. A mim, coube-me fazer parte grande número daqueles que conseguiram salvar a vida emigrando, para cair num exílio que parecia interminável e que se prolongou, a todos os níveis, por dezenas de anos, e que em muitos casos acabou por ser definitivo e para sempre.
Pelo contrário, esse exílio foi para mim relativamente suave. As minhas circunstâncias pessoais permitir-me-iam recuperar imediatamente em Buenos Aires, cidade que já conhecia e onde era conhecido, e onde tinha muito boas relações, tanto no papel de escritor, como numa posição social muito aceitável. Abriram-se-me as páginas das publicações argentinas mais importantes: o diário "La Nación", a revista "Sur", outras revistas, entre estas, uma de especialidade político-jurídica: "La Ley". E foi assim que começou a minha presença numa indústria editorial como a daquele país, agora renovada a expensas da decadência peninsular, e favorecida pelas contribuições de tantos profissionais emigrados.
Instalado, pois, em Buenos Aires, e desde o próprio dia da minha chegada, reatei aí a tarefa de criador literário que tinha estado suspensa em Espanha durante os anos do nosso conflito civil, publicando agora na revista "Sur" (Dezembro de 1939) o meu "Diálogo de los mortos", enquanto em La Nación começavam a aparecer artigos meus sobre temas diversos. Hei-de mencionar aqui algo muito assinalado desde o ponto de vista editorial: em 1944 apareceria, publicado por iniciativa de Eduardo Mallea, na refinadíssima colecção de Cuadernos de la Quimera, luxuosa oferta da editora Emecé, o meu relato El hechizado (uma das peças que depois havia de fazer do volume Los usurpadores). Mais à frente, hei-de referir-me à editora Emecé, pois a partir daí tive uma relação excelente com ela.
Sim, como disse no começo, nunca ao longo de toda a minha vida fui um escritor profissional no sentido de converter em "modus vivendi" o fruto económico da minha criação literária (sou, notável excepção, um escritor que nunca se valeu dos serviços, ao que parece sumamente úteis de qualquer agente), contudo, até trabalhei de vez em quando como assalariado de uma casa editorial; como é óbvio, durante essa breve etapa da minha vida os magros produtos da minha pena tiveram de me servir para atender ao mais indispensável para o dia-a-dia Trabalhei para a editorial Losada, que publicaria vários dos meus livros, alguns tão importantes como Razón del mundo, La cabeza del cordero e - sobretudo se se tem em conta a magnitude da empresa - o meu Tratado de sociología.
A seu encargo, traduzi obras, umas a gosto e outras a contragosto, e isso permitiu-me avançar na carreira modesta, mas grata de lidar com os livros e sobreviver num ambiente que me permitia, até certo ponto escolher o terreno das minhas actividades. Entre estas tenho de mencionar, de modo muito especial a criação e gestão da revista Realidad, à qual, para introduzir outros matizes, dei como subtítulo Revista de Ideas. Francisco Romero e eu tínhamos planeado esta revista com a ajuda e o estímulo de Mallea. E insisti para que Romero aparecesse como seu director comprometendo-me a não encomendar-lhe, nem fazê-lo responsável por nenhum trabalho. A revista foi concebida e, o que é mais importante custeada às suas custas pela Imprenta López, empresa que nesse tempo servia as publicações das duas principais editoras de Buenos Aires. Não devo alargar-me, ainda que pudesse, com detalhes interessantes. Convidei para colaborar nela vários dos meus amigos e colegas de Espanha, como José Luis Cano y Ricardo Gullón; publicou-se um comentário muito apreciativo do recém aparecido romance Nada, de Cármen Laforet, e também houve trabalhos com a assinatura de diversas personalidades de máximo relevo, que são, hoje, figuras indispensáveis na história universal: Bertrand Russell, Jean-Paul Sartre, Jorge Luis Borges, Martin Heidegger, Juan Ramón Jiménez, Arnold Toynbee, Pedro Salinas, T. S. Eliot, Alfonso Reyes... Publicaram-se dezoito números de Realidad; e quando - por razões diversas- decidi por fim à minha permanência e mudar-me (em 1949) para o norte do continente americano, resolvi, perante a grande contrariedade de todos os envolvidos, encerrar a sua publicação, pois não queria que, abandonada por nós, pudesse cair numa lamentável decadência, como costuma acontecer em casos análogos, e como iria ocorrer, mais adiante, com a revista La Torre, que eu mesmo havia de fundar na Universidade de Puerto Rico.
Quanto à minha relação com a Editorial Sudamericana, foi desde o começo, e sempre até ao final, fácil e muito satisfatória. Tinha entabulado, muito cedo, uma boa amizade com o seu promotor e dono, Don Antonio López Llausás, um homem a cujo pai, dono de um importante negócio livreiro em Barcelona, tinha tido ocasião de saudar não havia muito tempo, nessa cidade. O seu filho, López Llausás, era uma pessoa culta, discreta, prudente nos seus negócios, e muito capaz de se manter dentro do seu papel marginal, embora certamente decisivo, na vida intelectual de Buenos Aires. A Editorial Sudamericana publicou com a minha complacência e satisfação as primeiras edições dos meus livros Histrionismo y representación, Los usurpadores, Muertes de perro y El fondo del vaso. A minha familiaridade com o mundo editorial naqueles anos, em Buenos Aires, permitiu-me oferecer um olhar irónico, talvez divertido, sobre essa profissão que ao fim e ao cabo é a minha. Alguns dos meus relatos, como El colega desconocido (coligido no volume Historia de macacos) podem dar uma ideia de essa minha atitude - ligeira, burlona e céptica - acerca do mundo pitoresco dos escrevedores, esforçando-se por entrar, pela força da publicidade, no jogo competitivo dos "best-sellers".
De seguida, a minha vida nos trópicos, a minha relação com a Universidade de Porto Rico e com a sua editora de que estive encarregado, vem completar esta fase da minha longa actividade intelectual, passando cedo, ali mesmo, a reatar a minha verdadeira profissão: a de docente. Tanto aquela universidade, como a própria ilha, o seu regime de governo e as suas perspectivas culturais, se encontravam numa fase de grande plasticidade. Tudo mudava rápida e profundamente; isso permitiu que a minha colaboração assim como a minha amizade com o reitor Jaime Benítez e com algumas das personalidades singulares, e muito interessantes, que compunham aquela sociedade peculiar, fossem, para mim, uma ocasião de experiências bastante singulares das quais deixei algum testemunho por escrito. Referir-me-ei aqui somente ao aspecto relacionado com a activada intelectual que foi bastante importante em toda a sua diversidade. Estabelecemos ali uma relação muito fecunda com o mundo orteguiano (Benítez era, por assim o dizer, um fervoroso admirador de Ortega y Gasset), e daí fizemos um arranjinho para imprimir e publicar em Porto Rico vários dos títulos que levam o selo da Revista de Occidente. Marginalmente, as pessoas dessa revista em Espanha (concretamente, Fernando Vela) iriam imprimir em Madrid (1955) a primeira edição comercial do meu livro Historia de macacos - embora eu tenha a certeza, de que este livro nunca chegou às livrarias , reproduzindo uma edição privada, na verdade clandestina, que se tinha impresso previamente graças ao entusiasmo do meu amigo Ricardo Gullón.
A partir de então, a minha actividade e as minhas iniciativas docentes na Universidade de Porto Rico inauguram uma nova etapa, já definitiva, na minha carreira de escritor público. Enfim, agora, à data de hoje (26 de Setembro de 2005) ao terminar de pôr por escrito estas palavras, e perante a perspectiva de completar os cem anos da minha vida, volto a vista para o alargadíssimo caminho desta minha existência sobre o efémero planeta no qual me foi dado abrir os olhos ao mundo e encontrar-me comigo mesmo e dou-me conta que a realidade na qual se desenvolvia a minha existência sofreu mudanças tão substantivas que quase não a reconheço. Tenho estado a falar, até este momento, de um século, durante o qual os livros constituíram o panorama básico da existência humana, devendo entender-se como tal a existência do homem que se eleva acima da sua natureza material para contemplar um panorama superior quase indecifrável, reconheço que os livros, e de entre deles o que em rigor se deve chamar literatura, a qual foi para mim a orientação e meta capaz de justificar a dita existência sobre a terra, já perderam a sua vigência e estão a ser substituídos por veículos distintos de expressão e comunicação apoiando-se nas novas tecnologias que anunciam formas de viver e de entender o mundo completamente alheias àqueles que, como eu, desenvolveram a sua existência temporal num tempo que hoje já se tornou pretérito.
A mim, não me foi dado outro meio de me realizar no mundo em que coube viver, a não ser através da letra impressa. O espaço da realidade que é couto dos livros, foi desde a infância o meu espaço natural, e nele desenvolveu-se basicamente a minha actividade sobre a terra em relação sempre com aqueles, como eu, com os livros viveram, e refiro-me àqueles que foram os meus companheiros escritores, ou aos muitos, incontáveis, apaixonados pela leitura, mas, muito em particular, aos profissionais da produção de tais objectos de cultura: bibliotecários, editores e livreiros, entre os quais, já desaparecidos na sua maior parte, tive e fui tendo tantos e tão bons amigos ao longo desta minha dilatadíssima permanência sobre este corpo astral ao que piedosamente qualifiquei de efémero.
Texto integral do discurso pronunciado por Francisco Ayala ao receber o Prémio Antonio de Sancha, em 26 de Setembro de 2005.
francés al portugués: Saint-Nazaire, ville témoin (14) du XXe siècle General field: Mercadeo Detailed field: Viajes y turismo
Texto de origen - francés Saint-Nazaire, ville témoin (14) du XXe siècle
Saint-Nazaire, ville reconstruite après la Seconde Guerre mondiale, possède un patrimoine architectural et une histoire de ses habitants qui font référence à l’histoire universelle des villes de l’Europe occidental du XXe siècle. (15)
Dans un souci de préserver le patrimoine contemporain, le ministère de la Culture a engagé depuis plusieurs années une procédure de reconnaissance et de valorisation nationale à travers une labellisation sous le nom de Patrimoine du XXe siècle (16). À Saint-Nazaire, certains bâtiments bénéficient déjà de ce label : l’Hôtel de ville, la Soucoupe (17)… et prochainement les écoles et les églises de la Reconstruction.
Cette reconnaissance officielle trouve écho dans le travail de valorisation auprès des publics, déjà engagé depuis plusieurs décennies par l’Écomusée de Saint-Nazaire.
Ce programme de rendez-vous culturels 2010 (18) vous propose de prolonger la découverte de la ville, du port, des industries qui ont connu de grandes mutations tout au long du siècle dernier. Ceci afin de pouvoir mieux appréhender les nouveaux enjeux patrimoniaux en ce début du XXIe siècle.
Traducción - portugués Saint-Nazaire, cidade espelho (xiv) do séc. XX
Reconstruída após a II Guerra Mundial, Saint- Nazaire possui um património arquitectónico e uma história urbanística e social profundamente ligada à história universal da Europa Ocidental ao longo do séc. XX (xv).
No intuito de preservar o património contemporâneo, o Ministério da Cultura vem procedendo, desde há vários anos, ao reconhecimento e valorização nacional certificando-o sob a designação Patrimoine du XXe siècle (Património do séc XX) (xvi). Alguns edifícios de Saint-Nazaire gozam já desta certificação: o Hôtel de ville (paços do concelho), a Soucoupe (palácio dos desportos) (xvii)... e brevemente as escolas e as igrejas do período da Reconstrução.
Este reconhecimento encontra eco no trabalho de valorização junto do público, desenvolvido há décadas pelo Ecomuseu de Saint-Nazaire.
Esta agenda cultural 2010 (xviii) propõe-lhe dilatar a descoberta da cidade, do porto, das indústrias que conheceram grandes mudanças ao longo do século passado. Desta forma, poderá apreciar melhor as novas apostas patrimoniais deste começo do século XXI.
francés al portugués: Saint-Nazaire General field: Mercadeo Detailed field: Viajes y turismo
Texto de origen - francés Patrimoine du XXe siècle
Tel est le thème (1) que nous souhaitons mettre en avant pendant au moins 2 années. À travers ce sujet (2) nous parlerons d’urbanisme, d’architecture mais aussi des multiples innovations sociales, techniques qui ont marqué notre ville.
Nous affirmons par là même, la volonté de poursuivre les remarquables actions conduites (3) par l’équipe de l’Écomusée depuis des années et qui a engrangé (4) un véritable trésor concernant(5) le territoire nazairien : celui de son étude et de sa compréhension.
C’est l’occasion de rappeler aussi que l’action culturelle est indissociable des missions poursuivies par notre établissement public. (6)
Raison (7) pour laquelle nous avons voulu associer Escal’Atlantic à cette programmation, car si cet équipement se veut le vaisseau amiral (8) de l’offre touristique, il ne faut jamais oublier (9) qu’il est une magistrale reconquête de la ville sur elle-même.
Et même si (10) ses coursives résonnent avant tout des pas de nos visiteurs venus d’ailleurs (11), son histoire appartient d’abord aux Nazairiens.
Emmanuel Mary
directeur général
Saint-Nazaire Tourisme et Patrimoine est un Établissement Public doté de la personnalité morale et de l’autonomie financière (12).
Il est présidé par le maire de Saint-Nazaire, M.Joël Batteux, entouré de deux vice-présidents, M.Eric Provost, maire adjoint et M.Bruno Hug de Larauze, président de la C.C.I (13).
Traducción - portugués Património do séc. XX
Este é o tema (i) que pretendemos valorizar nos próximos dois anos. Será o ponto de partida para (ii) falarmos de urbanismo, de arquitectura, mas também, das múltiplas inovações sociais e técnicas que marcaram a nossa cidade.
Reafirmamos, desta forma, a vontade de continuar as actividades extraordinárias que têm vindo a ser desenvolvidas (iii), desde há anos, pela equipa do Ecomuseu que granjeou (iv) um verdadeiro tesouro no (v) território de Saint-Nazaire: o que se refere ao seu estudo e compreensão.
É ocasião de recordar, também, que a acção cultural é indissociável das missões perseguidas por esta empresa municipal. (vi)
Esta é a razão (vii) pela qual quisemos associar o museu Escal'Atlantic a esta programação, dado que se este equipamento se propõe como figura de proa (viii) da oferta turística, lembramos sempre (ix) que ele é uma exemplar reconquista da cidade por si própria.
Se bem (x) que nos seus corredores ecoem, sobretudo, os passos daqueles que nos visitam (xi), a sua história pertence, em primeiro lugar, aos habitantes de Saint-Nazaire.
Emmanuel Mary
director-geral
Saint-Nazaire Tourisme et Patrimoine é uma empresa pública dotada de personalidade jurídica e autonomia financeira (xii).
É presidida pelo maire de Saint-Nazaire, M. Joël Batteux, tendo como vice-presidentes, M.Eric Provost, maire-adjoint da Câmara e M. Bruno Hug de Larauze, presidente da Câmara de Comércio e Indústria de Nantes e Saint-Nazaire. (xiii)
More
Less
Formación en el ámbito de la traducción
Master's degree - Universidade de Coimbra
Experiencia
Años de experiencia: 14 Registrado en ProZ.com: Oct 2009